Dra. Alex Ibarra
La comida es y será sin lugar a dudas, esencial para la vida de todo ser humano. Sin embargo, la relación que existe entre los individuos y los alimentos se ha modificado sustancialmente en los últimos 200 años de nuestra cultura.
Esta relación denominada: “Persona-Alimento” se ha convertido en muchos casos en un aspecto problemático que impacta de forma sustancial en la salud física y emocional de los(as) jóvenes que padecen obesidad.
La ciencia nutricional ha avanzado a pasos agigantados durante las últimas tres décadas y el conocimiento sobre lo que es y lo que no es saludable queda a la vista de todos los profesionales en salud. La información que se brindan las campañas preventivas (masivas) en la obesidad son claras con respecto a la epidemia que constituye la obesidad, en pocas palabras, “sabemos que si comemos más calorías de las que gastamos en nuestro día a día, vamos a tener un problema”.
Para los profesionales de la salud podemos estar de acuerdo que el trabajo difícil con los pacientes continúa siendo el mismo:
“Lograr que los pacientes con obesidad modifiquen sus hábitos alimentarios de manera consciente y que se mantengan a largo plazo"
Vivimos en un contexto sociocultural que promueve con descaro los estilos de alimentación no saludable y lamentablemente la mayoría de las personas no estamos plenamente conscientes realmente sobre “¿Qué tanta calidad tiene realmente una elección de alimento?” y dentro de las elecciones alimentarias no saludables, “¿En qué grado tangible repercute el consumo de alimentos no saludables en nuestra salud física y emocional?”.
LA ERA DE LA INFORMACIÓN
En la actual “Era de la información” la inmediatez se ha convertido en un subproducto muy apreciado por gran parte de la población joven. Las conductas multitasking (MULTITAREA) son el modus vivendi característico del mundo occidental, la enajenación de nuestros sentidos en colusión con la premura del hedonismo (La búsqueda del placer inmediato), se expande y se aplaude sin reparo. La “inconsciencia” prevalece y rara vez ponemos atención en lo que comemos, en cómo lo comemos y cuánto es lo que realmente comemos. En otras palabras:
“En la sociedad actual se vive y come en modo avión”.
El estrés emocional es otro factor que contribuye para el ejercicio de una alimentación inconsciente, creando una conexión anómala, a la cual muchos han denominado como “alimentación-emocional”, la cual se caracteriza por la vinculación de la ingesta de alimentos secundariamente a la experiencia intrapsíquica de diversas emociones (principalmente cuando se experimentan emociones desagradables) y se teoriza que es debido a esta compleja y anómala conexión que se establece en los individuos (alimentación emocional), subyace en forma de “obstáculo” para la adopción de estilos de vida más saludables. La evidencia científica que respalda este planteamiento es consistente, ya que se ha vinculado históricamente a las conductas
alimentarias de riesgo en adolescentes con un mayor grado de estrés emocional; y si a lo anterior se le suma el impacto que generan los estilos de vida con altos niveles de estrés sobre los sistemas neuroinmunoendócrinos que regulan el metabolismo de los seres humanos, podemos imaginar la complejidad mayúscula que experimentan nuestros pacientes a la hora de modificar sus estilos de vida en pro de su salud.
¿QUÉ PODEMOS HACER?
Diferentes enfoques terapéuticos y psicoeducativos se han utilizado con menor o mayor efectividad en el tratamiento grupal de los trastornos de la conducta alimentaria, entre estos enfoques podemos encontrar a la terapia motivacional, la terapia de familia y la terapia cognitivo conductual, principalmente. Más recientemente, el enfoque basado en Mindfulness ha
tomado especial relevancia (tanto por su aplicabilidad como por su efectividad para la reducción del estrés), la cual tiene sus orígenes teóricos en prácticas ancestrales de oriente, como lo es la meditación, la mentalización y la relajación.
MINDFULNESS / CONCIENCIA PLENA EN LA ALIMENTACIÓN
El rescate de conceptos intangibles como lo son: “la espiritualidad” y “la conciencia”, las cuales pudieran en principio, resultar desconcertante para muchos médicos(as) ortodoxos(as), no obstante, la evidencia científica es clara en cuanto a su efectividad. Se han realizado múltiples estudios financiados por el Instituto de Salud de los Estados Unidos, a partir de 1999 y hasta la fecha suman más de 400; con resultados significativos en los siguientes rubros:
Reducción del ESTRÉS, Trastorno Depresivo Mayor (TDM), Síntomas vasculares asociados a la perimenopausia, Trastornos por dependencia a sustancias, Síndrome de intestino irritable, Mejoramiento de habilidades de parentaje, Diabetes Mellitus tipo 2, una mayor sobrevida en el padecimiento de distintos tipos de cánceres, en el tratamiento de diversos Trastornos de la conducta alimentaria y en el manejo del sobrepeso en adultos entre muchos otras patologías asociadas al estrés.
En la cuestión de neurociencias se han efectuado estudios que asocian la práctica del Mindfulness con cambios en el funcionamiento del sistema límbico, más específicamente, en el sistema de recompensa, cuyas alteraciones se vinculan ampliamente con padecimientos como el Trastorno por atracones y los trastornos por uso y abuso de diversas sustancias.
En palabras simples, parafraseando a la máxima exponente del Mindful Eating (Dra. Susana Albers), la conciencia plena significa ser completamente receptivos de nuestro medio interno y externo, de nuestra existencia y de lo que nos rodea, minuto a minuto en todo momento, sin la presencia de nociones preconcebidas o juicios, poseer una mente aficionada día con día. El Mindful se cultiva mediante la práctica de la meditación, y puede movilizarse a nuestras acciones y a nuestra vida cotidiana.
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