La ecuanimidad es uno de los frutos naturales de la práctica regular de la meditación. Realizando tus ejercicios de Meditación con constancia y determinación, lograrás ser cada vez más ecuánime. Poco a poco dejarás de ser como un papalote en medio de una tormenta, sin control sobre sí mismo y con un hilo que lo sujeta al suelo, poco a poco te será mucho más fácil evitar las reacciones (impulsivas y automáticas) e irás respondiendo (inteligentemente) a las cosas que suceden día con día. Entonces, la ecuanimidad es una cuestión de práctica, de entrenamiento.
¿Te gustaría ser más ecuánime?
Yo como muchas personas que practicamos la meditación, me esfuerzo y entreno para lograr ser cada vez un poco más ecuánime. Pero cuando hablo de ecuanimidad con otras personas, suelo encontrarme con rechazo, ya que la ecuanimidad les parece una cualidad indeseable.
Por esa misma razón se me ocurrió redactar este artículo, para explicarte cómo el ser más ecuánime puede mejorar tu vida y la de otras personas en tu entorno.
MÁS ECUÁNIME = MÁS LIBRE
Cultivar tu ecuanimidad no te convertirá en un ser insensible. No, no te preocupes, seguirás cambiando de estado de ánimo como todo hijo de vecino. En ocasiones te sentirás en la cima del mundo y a veces en lo más hondo del abismo.
Sin embargo, el entrenamiento de la atención, la concentración y la visión profunda —en eso consiste la meditación— te ayudará a evitar que las emociones extremas anulen tu juicio y tomen el control de tus reacciones. Por supuesto que sentirás las emociones, pero no serás su esclavo. Esa es la diferencia.
Imagínate que eres el vigía de un castillo. Si te duermes en tu turno de guardia, no verás venir al enemigo y, cuando te des cuenta de que ha llegado hasta las murallas, puede que sea demasiado tarde. Sin embargo, cuando ves al enemigo aparecer en el horizonte, tienes más tiempo para estudiar la situación y preparar tu respuesta.
Obviamante, las emociones no son tu enemigo ni tienes que luchar contra ellas; no es eso lo que sostengo. Pero si aprendes a ser consciente de ellas y cultivas la ecuanimidad, nunca más serás una marioneta en manos de tus emociones.
Y es que ecuanimidad no significa dejar de sentir. La ecuanimidad no es una anestesia emocional, sino la capacidad de ver las cosas con claridad incluso cuando nuestras emociones nos lo ponen difícil.
"Ecuanimidad no es sinónimo de indiferencia"
Algunas personas confunden el estado de ecuanimidad emocional con el de indiferencia cuando, en realidad, se trata de dos actitudes completamente distintas. La indiferencia impide una captación clara del estímulo, ya que al haber sido clasificado de «poco importante», la atención no se enfoca sobre él. Por lo tanto, tampoco hay reacción. Lo indiferente no nos hace reaccionar. Por el contrario, la ecuanimidad no es ausencia de reacción. Lo que la ecuanimidad hace es impedir una reacción apresurada, automática y ciega. La ecuanimidad proporciona al sistema nervioso un mecanismo de verificación y un sistema de autorregulación que impide respuestas extremas y poco adapatadas a la realidad. Este estado de ecuanimidad generado por la meditación zen no es de ninguna manera una falta de actividad emocional, sino un estado de equilibrio entre los dos polos opuestos de toda actividad emocional. –
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